I
20 de julio, 1998
Distrito del Sur, ayer.
Sabina, anoche me enteré que tu verdadero nombre es Jazmín,
como esa flor pequeña, blanca y olorosa que han sembrado en el parque central;
alguien desde mi espalda gritó para que sólo yo lo escuchara; tú seguiste
hablando de tus andanzas que por mucho tiempo te ausentaron de mí. Pienso que
entre lo que me cuentas y lo que has hecho hay un silencio tan grande como un
abismo, como el abismo de tu mirada que siempre me confunde.
Yo, que intenté olvidarte preocupándome de cosas que a nadie
le interesan, he vuelto a mi propósito de aullar a la luna, loca, vieja y
amarilla, que ha incendiado con un brillo metálico el simulacro de mi vida en
esta noche.
Pienso que también tu vida es un simulacro. Creado sólo para
asustar, para que tengamos tu imagen como la posibilidad de todo. Pero sé,
Sabina, que en el fondo es sólo para llamar la atención, para que no nos demos
cuenta de la confusión en que vives; por eso intentaste matarte, por eso
quisiste envenenarme, vendiste mis escritos, la piedra sagrada donde en las
noches de soledad cósmica, que tampoco desapareció contigo a mi lado, solía
meterte en mis canciones.
Tus simulacros me asustan, Sabina, así como tus charlas de
paz, de sinceridad, de confianza y madurez.
No seré el único que después de tanto amarte empiece a
odiarte, como llega a fastidiar el aroma del jazmín a los asiduos al parque.
Tuyo.
Hno. Lobo.
…
II
27 de julio, 1998
Distrito del Sur.
Recordé, Sabina, a los tiempos, un poema que tiene mucho que
ver en mi licantropía.
"Nunca creas todo lo que se dice, los lobos no son tan
malos como los corderos.
Yo he sido un lobo toda la vida y tengo dos hermosas hijas
para comprobarlo, mientras podría contarte historias enfermas de corderos que
recibieron su justo merecido."
Te envío el poema para que quizá puedas comprenderme:
acercarte cuando sea lobo y temerme cuando humano.
Me dicen, Sabina, que quizá ni en el infierno encuentre para
mí un lugar . Pero yo pienso que el verdadero problema es que a veces olvido
que soy lobo y te regalo rosas.
Tuyo.
Hno. Lobo.
…
III
3 de agosto, 1998
Distrito del Sur.
Sabina, este pueblo pronto arderá, y la razón es que quizá
se enteren de tus amores.
No he podido evitarlo. Aunque no hay luna, la misma que a
veces te trae o te lleva de mis territorios, sonámbulo he aullado, llamándote.
Las flores que ayer te envié las vi hoy en la playa, y
también las vieron ellos; son las que te envié, lo sé porque tus ojos, anoche
cuando nos vimos, decían tantas cosas, menos de que me extrañabas.
La playa está desierta, vacía sin tu cuerpo, sin tu risa y
tus conflictos.
Nunca más las flores, ni tu cuerpo, ni la playa. Sólo mi
aullido en esta página.
Te extraña.
Hno. Lobo.
…
Distrito del Sur.
Anoche encontré una loba en la esquina; sentí de lejos su
aroma, fuerte de soledad y frío, agazapada en la oscuridad esperando no sé a
quién.
Cuando estuve cerca me gritó: "¡Hey, eres tú el
muchacho que andaba antes con Sabina?"
"¡Sí!" dije intentando no recordarte, y me
preguntó por tí. Dije que no lo sabía, que posiblemente estés habitando el
sueño de otro, u otra cama.
"Qué pena -dijo-, ella te adoraba".
Quisiera saber entonces cuál fue el motivo, si yo también
respiraba para tí y eras tú mi fuente; Loba, loca, boba.
Una vez que me lo dijo desapareció como un mal sueño, pero
yo continuaba con la pesadilla, Sabina, hasta que te encontré con otras caras,
con otras ropas, con otros nombres, y siempre tú.
Te extraña.
Hno. Lobo.
…
V
17 de agosto, 1998
Distrito del Sur.
Porque mi corazón, Sabina, no sabe sino latir en presencia
de la muerte, te he dicho que sería bueno que nos encontremos en el cementerio.
Aquí todo es diferente; camino entre cruces, flores: pedazos
de tiempo encamados en ruinas, huesos perdidos, restos de cera y pétalos de
crisantemos, peregrinas y nomeolvides.
Porque mi corazón no puede sino latir en presencia de la
muerte, he contestado a tu llamada. Pienso que habría sido fácil decir que ya
no, que es muy tarde, que quizá en la otra vida, para poder entregarme
nuevamente a la noche, a incendiar otras camas intentando huir de la soledad
que tu amor me causa, pero no.
Ahora que todo está oscuro y me abro paso a tientas entre
las tumbas, tengo la certeza: No vendrás, Sabina; pero también sé que las horas
son yesca bajo la espera y que de tanto esperarte empiezo a sentirme infinito.
He puesto mi ropa a un lado y contemplo las estrellas, como
se espera que a veces lo hagan las mujeres, pero estoy solo, y la soledad no
tiene sexo, como la muerte; porque mi corazón no palpita sino en tu presencia,
Sabina; por eso de hoy en adelante estaré escribiéndote cosas que de tí
recuerde, con la certeza de que nunca más recibiré tus cartas.
Tuyo:
Hno. Lobo.
…
VI
24 de agosto
Distrito del Sur.
Anoche recibí tu visita dentro de un sueño. Tú me decías que
estaba loco, y yo te contestaba que sí, y la paradoja es que tú eras 1a razón
de mi locura.
…
IV
10 de agosto, 1998
Distrito del Sur.
Sé que nunca lo creerás, pero si supieras, Sabina, que
muchas veces he sentido la necesidad de buscarte, de llamar a tu puerta y
esperar a que él me conteste que sí, que estás, pero dormida, y yo tengo la
certeza entonces de que no duermes, que finges, e imagino también una sonrisa
en él, que es más bien una mueca de desconfianza con su pregunta "Quién la
busca", mientras en su ceño fruncido va palpitando el odio, sabiendo que
tú lo estás escuchando todo, cuando digo "Yo soy el que soy, el Lobo de
Sabina! y vengo a matarte", mientras te sientas en la cama, cubriéndote
con la sábana que antes él también calentaba.
De eso ha sentido necesidad mi locura: de enfrentarlo, de
ver desilusionado cómo mi fiel compañero que había llevado para perderlo, se
hunde frío en mi carne, me hurga el pecho, buscándote; de empezar a creer que
al fin eres totalmente mía porque, Sabina, en la vida nada se tiene y en el
momento de la muerte sólo llevamos de recuerdo la última mirada, la de tu
rostro angustiado que le grita que huya, y que es lo último que miro.
Tuyo.
Hno. Lobo.
…
VII
31 de agosto, 1998
Distrito del Sur.
Aquella vez, cuando alguien gritó a mis espaldas ¡Jazmín!
pensé que ese era tu otro nombre. Pero ayer me di cuenta que Jazmín es otra
Sabina, la que hace algunas noches desde una esquina me aulló preguntando por
tí.
Pero antes debo contarte paso a paso como llegué a mi
descubrimiento: Resulta que me he hecho asiduo al parque, a consumir el tiempo
de la noche en cigarrillos y mirando los ojos sin miradas de los transeúntes, a
oler sus cuerpos y a esquivarlos cautelosamente cuando es necesario.
Esa especie de tránsito a la eternidad que me provoca tu
espera, es suavizado por el olor de la pequeña y fragante flor blanca que brota
de los arbolitos del parque, y al olería incitaba a mi memoria olfativa el
éxtasis de recibir tus besos y tus olores, como buen Lobo que soy. Aletargado,
vi que te acercabas; quise levantarme pero preferí esperar que la realidad te
desvanezca, como al fantasma de mi vida en que te haz convertido; cuando
estuviste cerca me di cuenta que no eras tú, así como yo tampoco soy el que era
desde que no estás conmigo. Me dijo Jazmín que no me asuste y yo le dije que
no, que estaba sorprendido pero no asustado; sorprendido de estar hablando
contigo y que tú seas otra y que nunca lo hayas sabido.
A Jazmín, Sabina, eso no la preocupa. Cada vez que la luna
la pone posesiva le muestro el graffiti de la pared de enfrente, que marca su
relación conmigo y la mía contigo:
"¿Cómo me harías el amor si en realidad me
amaras?"
Tuyo.
Hno. Lobo.
…
VIII
7 de septiembre, 1998
Distrito del Sur.
Sabina: Anoche soñé que mis pesadillas no dejaban dormir a
otros lobos, y eso me preocupa.
En el sueño, hecho de una materia densa como tus acáloradas
conversaciones sobre 1a fidelidad, el arte y la felicidad, me encuentro en una
esquina que parece ser la de tu calle; cada vez que descanso para tomar aire
veo que poco a poco van llegando lobos de distinto pelaje y edad, que me van
cercando.
Sus ojos son duros, pero de mirada sincera y confiada; la
misma confianza que una vez vendida los ha determinado en la condición de
Lobos.
- llegan
a ser tantos que temo; así, de tanto temor, vuelvo a ser humano y empiezo
a caminar, pero me siguen con el cansado trote del habitante nocturno de
la calle, de la estepa; ellos emprenden una marcha que se va haciendo
violenta a cada instante, según mi desesperación me haga correr para
evitarlos.
Corro, pero me alcanzan, y sus señales de amistad son
feroces para mis tobillos, mis manos, mi garganta que desde entonces ya no me
acompaña para seguir aullándote.
Pesadillas como esas tengo, Sabina, yo que sólo quería
rendir mi memoria en homenaje a tu cuerpo y tus mentiras.
Tuyo.
Hno. Lobo.
…
IX
14 de septiembre
Distrito del Sur.
Sabina:
Paso días enteros sin hablar. Es decir saludo a todo el
mundo y escucho atento sus preocupaciones sobre el tiempo, la ¡legada de
"El Niño”, los Padres de la Patria, la muerte de la Madre Teresa y las
"razones" para la muerte de la cortesana amante de un Cazador de
Amores; es decir, la familia completa de la que todo el mundo se siente parte.
Jazmín es demasiado paciente conmigo: soporta
que no esté cuando me habla, y que no la toque cuando corrige mi cuerpo en cada
noche. Pone música y me invita a bailar sus extraños gustos: primero jazz,
luego bolero, balada y mambo, para terminar con salsa y rock; dice que debo
aprender a bailar de todo y me aprieta contra su pecho, pero yo soy sólo como
la marioneta que hace saltar y que busca cuando tiene ganas de un lobo que la
haga… yo consiento eso: ser su juguete y oír sus destempladas canciones de
amores perdidos y perdones pendientes.
Sabina, en el lugar que te encuentras ahora con él antes yo
estuve con ella, pero de todo sólo me queda el recuerdo de que entonces tenía
sueños; y eso es tan duro y pesado como mi silencio. Pero no quisiera
entristecerte ni decirte que las alegrías que hoy vives...
Quizá sea la última carta que te escriba y nunca envíe, que
quede entre los papeles del inventario de mi vida, de mis pequeñas obsesiones y
recuerdos de tardes que se incendiaban con un beso o una cerveza, sólo por amor
a ti.
Quizá de ahora en adelante me dedique a vivir mi muerte
plenamente.
Tuyo.
