lunes, 15 de diciembre de 2025

Los papeles de lobo

Jorge Prócel Ramírez



 I

20 de julio, 1998

Distrito del Sur, ayer.

Sabina, anoche me enteré que tu verdadero nombre es Jazmín, como esa flor pequeña, blanca y olorosa que han sembrado en el parque central; alguien desde mi espalda gritó para que sólo yo lo escuchara; tú seguiste hablando de tus andanzas que por mucho tiempo te ausentaron de mí. Pienso que entre lo que me cuentas y lo que has hecho hay un silencio tan grande como un abismo, como el abismo de tu mirada que siempre me confunde.

Yo, que intenté olvidarte preocupándome de cosas que a nadie le interesan, he vuelto a mi propósito de aullar a la luna, loca, vieja y amarilla, que ha incendiado con un brillo metálico el simulacro de mi vida en esta noche.

Pienso que también tu vida es un simulacro. Creado sólo para asustar, para que tengamos tu imagen como la posibilidad de todo. Pero sé, Sabina, que en el fondo es sólo para llamar la atención, para que no nos demos cuenta de la confusión en que vives; por eso intentaste matarte, por eso quisiste envenenarme, vendiste mis escritos, la piedra sagrada donde en las noches de soledad cósmica, que tampoco desapareció contigo a mi lado, solía meterte en mis canciones.

Tus simulacros me asustan, Sabina, así como tus charlas de paz, de sinceridad, de confianza y madurez.

No seré el único que después de tanto amarte empiece a odiarte, como llega a fastidiar el aroma del jazmín a los asiduos al parque.

Tuyo.

Hno. Lobo.

 

II

27 de julio, 1998

Distrito del Sur.

Recordé, Sabina, a los tiempos, un poema que tiene mucho que ver en mi licantropía.

"Nunca creas todo lo que se dice, los lobos no son tan malos como los corderos.

Yo he sido un lobo toda la vida y tengo dos hermosas hijas para comprobarlo, mientras podría contarte historias enfermas de corderos que recibieron su justo merecido."

Te envío el poema para que quizá puedas comprenderme: acercarte cuando sea lobo y temerme cuando humano.

Me dicen, Sabina, que quizá ni en el infierno encuentre para mí un lugar . Pero yo pienso que el verdadero problema es que a veces olvido que soy lobo y te regalo rosas.

Tuyo.

Hno. Lobo.

 

III

3 de agosto, 1998 

Distrito del Sur.

Sabina, este pueblo pronto arderá, y la razón es que quizá se enteren de tus amores.

No he podido evitarlo. Aunque no hay luna, la misma que a veces te trae o te lleva de mis territorios, sonámbulo he aullado, llamándote.

Las flores que ayer te envié las vi hoy en la playa, y también las vieron ellos; son las que te envié, lo sé porque tus ojos, anoche cuando nos vimos, decían tantas cosas, menos de que me extrañabas.

La playa está desierta, vacía sin tu cuerpo, sin tu risa y tus conflictos.

Nunca más las flores, ni tu cuerpo, ni la playa. Sólo mi aullido en esta página.

Te extraña.

Hno. Lobo.

 IV

10 de agosto, 1998

Distrito del Sur.

Anoche encontré una loba en la esquina; sentí de lejos su aroma, fuerte de soledad y frío, agazapada en la oscuridad esperando no sé a quién.

Cuando estuve cerca me gritó: "¡Hey, eres tú el muchacho que andaba antes con Sabina?"

"¡Sí!" dije intentando no recordarte, y me preguntó por tí. Dije que no lo sabía, que posiblemente estés habitando el sueño de otro, u otra cama.

"Qué pena -dijo-, ella te adoraba".

Quisiera saber entonces cuál fue el motivo, si yo también respiraba para tí y eras tú mi fuente; Loba, loca, boba.

Una vez que me lo dijo desapareció como un mal sueño, pero yo continuaba con la pesadilla, Sabina, hasta que te encontré con otras caras, con otras ropas, con otros nombres, y siempre tú.

Te extraña.

Hno. Lobo.

 

V

17 de agosto, 1998

Distrito del Sur.

Porque mi corazón, Sabina, no sabe sino latir en presencia de la muerte, te he dicho que sería bueno que nos encontremos en el cementerio.

Aquí todo es diferente; camino entre cruces, flores: pedazos de tiempo encamados en ruinas, huesos perdidos, restos de cera y pétalos de crisantemos, peregrinas y nomeolvides.

Porque mi corazón no puede sino latir en presencia de la muerte, he contestado a tu llamada. Pienso que habría sido fácil decir que ya no, que es muy tarde, que quizá en la otra vida, para poder entregarme nuevamente a la noche, a incendiar otras camas intentando huir de la soledad que tu amor me causa, pero no.

Ahora que todo está oscuro y me abro paso a tientas entre las tumbas, tengo la certeza: No vendrás, Sabina; pero también sé que las horas son yesca bajo la espera y que de tanto esperarte empiezo a sentirme infinito.

He puesto mi ropa a un lado y contemplo las estrellas, como se espera que a veces lo hagan las mujeres, pero estoy solo, y la soledad no tiene sexo, como la muerte; porque mi corazón no palpita sino en tu presencia, Sabina; por eso de hoy en adelante estaré escribiéndote cosas que de tí recuerde, con la certeza de que nunca más recibiré tus cartas.

Tuyo:

Hno. Lobo.

 

VI

24 de agosto, 1998

Distrito del Sur.

Anoche recibí tu visita dentro de un sueño. Tú me decías que estaba loco, y yo te contestaba que sí, y la paradoja es que tú eras 1a razón de mi locura.

 

IV

10 de agosto, 1998 

Distrito del Sur.

Sé que nunca lo creerás, pero si supieras, Sabina, que muchas veces he sentido la necesidad de buscarte, de llamar a tu puerta y esperar a que él me conteste que sí, que estás, pero dormida, y yo tengo la certeza entonces de que no duermes, que finges, e imagino también una sonrisa en él, que es más bien una mueca de desconfianza con su pregunta "Quién la busca", mientras en su ceño fruncido va palpitando el odio, sabiendo que tú lo estás escuchando todo, cuando digo "Yo soy el que soy, el Lobo de Sabina! y vengo a matarte", mientras te sientas en la cama, cubriéndote con la sábana que antes él también calentaba.

De eso ha sentido necesidad mi locura: de enfrentarlo, de ver desilusionado cómo mi fiel compañero que había llevado para perderlo, se hunde frío en mi carne, me hurga el pecho, buscándote; de empezar a creer que al fin eres totalmente mía porque, Sabina, en la vida nada se tiene y en el momento de la muerte sólo llevamos de recuerdo la última mirada, la de tu rostro angustiado que le grita que huya, y que es lo último que miro.

Tuyo.

Hno. Lobo.

 

VII

31 de agosto, 1998

Distrito del Sur.

Aquella vez, cuando alguien gritó a mis espaldas ¡Jazmín! pensé que ese era tu otro nombre. Pero ayer me di cuenta que Jazmín es otra Sabina, la que hace algunas noches desde una esquina me aulló preguntando por tí.

Pero antes debo contarte paso a paso como llegué a mi descubrimiento: Resulta que me he hecho asiduo al parque, a consumir el tiempo de la noche en cigarrillos y mirando los ojos sin miradas de los transeúntes, a oler sus cuerpos y a esquivarlos cautelosamente cuando es necesario.

Esa especie de tránsito a la eternidad que me provoca tu espera, es suavizado por el olor de la pequeña y fragante flor blanca que brota de los arbolitos del parque, y al olería incitaba a mi memoria olfativa el éxtasis de recibir tus besos y tus olores, como buen Lobo que soy. Aletargado, vi que te acercabas; quise levantarme pero preferí esperar que la realidad te desvanezca, como al fantasma de mi vida en que te haz convertido; cuando estuviste cerca me di cuenta que no eras tú, así como yo tampoco soy el que era desde que no estás conmigo. Me dijo Jazmín que no me asuste y yo le dije que no, que estaba sorprendido pero no asustado; sorprendido de estar hablando contigo y que tú seas otra y que nunca lo hayas sabido.

A Jazmín, Sabina, eso no la preocupa. Cada vez que la luna la pone posesiva le muestro el graffiti de la pared de enfrente, que marca su relación conmigo y la mía contigo:

"¿Cómo me harías el amor si en realidad me amaras?"

Tuyo.

Hno. Lobo.

 

VIII

7 de septiembre, 1998

Distrito del Sur.

Sabina: Anoche soñé que mis pesadillas no dejaban dormir a otros lobos, y eso me preocupa.

En el sueño, hecho de una materia densa como tus acáloradas conversaciones sobre 1a fidelidad, el arte y la felicidad, me encuentro en una esquina que parece ser la de tu calle; cada vez que descanso para tomar aire veo que poco a poco van llegando lobos de distinto pelaje y edad, que me van cercando.

Sus ojos son duros, pero de mirada sincera y confiada; la misma confianza que una vez vendida los ha determinado en la condición de Lobos.

  • llegan a ser tantos que temo; así, de tanto temor, vuelvo a ser humano y empiezo a caminar, pero me siguen con el cansado trote del habitante nocturno de la calle, de la estepa; ellos emprenden una marcha que se va haciendo violenta a cada instante, según mi desesperación me haga correr para evitarlos.

Corro, pero me alcanzan, y sus señales de amistad son feroces para mis tobillos, mis manos, mi garganta que desde entonces ya no me acompaña para seguir aullándote.

Pesadillas como esas tengo, Sabina, yo que sólo quería rendir mi memoria en homenaje a tu cuerpo y tus mentiras.

Tuyo.

Hno. Lobo.

 

IX

14 de septiembre, 1998

Distrito del Sur.

Sabina:

Paso días enteros sin hablar. Es decir saludo a todo el mundo y escucho atento sus preocupaciones sobre el tiempo, la ¡legada de "El Niño”, los Padres de la Patria, la muerte de la Madre Teresa y las "razones" para la muerte de la cortesana amante de un Cazador de Amores; es decir, la familia completa de la que todo el mundo se siente parte.

 Jazmín es demasiado paciente conmigo: soporta que no esté cuando me habla, y que no la toque cuando corrige mi cuerpo en cada noche. Pone música y me invita a bailar sus extraños gustos: primero jazz, luego bolero, balada y mambo, para terminar con salsa y rock; dice que debo aprender a bailar de todo y me aprieta contra su pecho, pero yo soy sólo como la marioneta que hace saltar y que busca cuando tiene ganas de un lobo que la haga… yo consiento eso: ser su juguete y oír sus destempladas canciones de amores perdidos y perdones pendientes.

Sabina, en el lugar que te encuentras ahora con él antes yo estuve con ella, pero de todo sólo me queda el recuerdo de que entonces tenía sueños; y eso es tan duro y pesado como mi silencio. Pero no quisiera entristecerte ni decirte que las alegrías que hoy vives...

Quizá sea la última carta que te escriba y nunca envíe, que quede entre los papeles del inventario de mi vida, de mis pequeñas obsesiones y recuerdos de tardes que se incendiaban con un beso o una cerveza, sólo por amor a ti.

Quizá de ahora en adelante me dedique a vivir mi muerte plenamente.

Tuyo.

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